El impresionante karst exhumado.
La sierra de Cabarga fue el centro neurálgico de la explotación de mineral de hierro desde finales del siglo XIX hasta el cese definitivo de la actividad extractiva en 1989. Conocidas desde época romana, y explotadas posteriormente para el abastecimiento de las ferrerías locales y las fábricas de cañones de Liérganes y La Cavada, las minas de Cabarga adquirieron su esplendor cuando el hierro local fue demandado por la siderurgia europea, en virtud de su bajo contenido en fósforo, para abastecer a los altos hornos montados con el procedimiento Bessemer. La actividad minera alcanzó su cenit en el período comprendido entre los últimos años del siglo XIX y el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Compañías de capital extranjero principalmente británicas y, en menor medida, nacional vizcaínas primero y cántabras posteriormente se encargaron de modelar el paisaje de acuerdo con las exigencias de la actividad minera. El legado de esta edad de oro de la minería del hierro continúa especificando la franja meridional de la bahía santanderina. Los antiguos tajos de extracción a cielo abierto se han reconvertido en gran parte en un equipamiento turístico de interés para la región, como es el Parque de la Naturaleza de Cabárceno. De las antiguas infraestructuras de transporte, aparte de vislumbrarse su trazado, se conservan varios de los túneles y estribos de los puentes necesarios para salvar una orografía no excesivamente favorable. Por su parte, para abastecer de agua a los lavaderos fue necesaria la construcción de grandes depósitos, como testimonio de los cuales permanece en pie el denominado actualmente pantano de Heras. Las marismas de las rías se perdieron para siempre, viéndose sustituidas por unas grandes superficies llanas que fueron en su momento los estanques de sedimentación de lodos procedentes del lavado de los minerales. Por lo demás, en los márgenes de estas rías se construyeron varios cargaderos, entre los que sobresale sin duda el de Orconera en El Astillero, inaugurado en 1894 y símbolo en la actualidad del auge pretérito. Pese a la indudable riqueza patrimonial de este espacio minero, tan sólo el lavadero de Solía, construido originalmente por José Mac Lennan en los primeros años de la década de los noventa del siglo XIX, está incluido en el Inventario General del Patrimonio Cultural de Cantabria, con la categoría de Bien Inventariado.
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